Tierras Heraldicas
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 Ojalá que la vida te pague con la misma moneda

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Sane
Vomitajo



Mensajes : 4
Fecha de inscripción : 21/02/2014

Ojalá que la vida te pague con la misma moneda  Empty
MensajeTema: Ojalá que la vida te pague con la misma moneda    Ojalá que la vida te pague con la misma moneda  Icon_minitimeMar Mar 04, 2014 1:53 pm

      Poniendo rodilla en tierra, levantando su mano y posándola suavemente sobre el filo de Orbyn La Hoja de los Juramentos, dijo en voz alta y con firmeza aquellas palabras que durante años había memorizado:

 “Juro solemnemente servir a Cormyr y a sus intereses por encima de todo lo demás. Hago el voto de responder a cualquier llamada de la corona, la familia real, los nobles reconocidos y los ciudadanos necesitados, con mis mejores capacidades. Prometo que en tiempo de guerra, regresaré a mi posición jurada y portar las armas al servicio de la corona y el país”.

       Pronunciar aquellas palabras había sido su sueño durante muchos años y por fin lucía orgulloso su recién estrenado uniforme de Filo en La Insigne y Gloriosa Orden de los Caballeros Dragón Púrpura. Sus ojos durante unos instantes se dirigieron a los de su madre Sara, que llena de orgullo, apenas podía contener las lágrimas de alegría. Se levantó y con el corazón casi saltándole del pecho, regreso a su posición con el resto delos aspirantes.

Su mente se llenó de recuerdos, a su infancia cuando por primera vez vio desfilar con porte marcial a una compañía de Púrpuras,…..
- Mamá cuando sea mayor yo también seré uno de ellos.
- Si Kerney, como tu padre.
- Oye, mama, y ¿Papa también desfilaba?
- Si,…claro con el resto de su Compañía
- Y el uniforme de papa, ¿dónde está?
- Ya lo sabes, te lo he contado mil veces. Lo enterraron con su uniforme, como debía de ser,…..venga muévete o llegaremos tarde a la escuela. Si no estudias nunca llegarás a ser un soldado como él.


Desde bien pequeño Kerney Sane había soñado convertirse en un Dragón Purpura y por fin lo había conseguido, atrás quedaban los años de penurias, en los que forzado por las circunstancias, tuvo que abandonar la escuela, por la repentina enfermedad de su madre y ponerse a trabajar de ayudante de un Herrero, que tenía especial predilección por patear el culo del chiquillo, cada vez que se emborrachaba, o Kerney llegaba tarde por que se quedaba ensimismado mirando a los soldados. El chaval, que de tonto no tenía un pelo, muchas veces esquivando las patadas, provocaba la caída del viejo, lo que le enfurecía más y le decía:
-Ya te pillaré, ya, que cuando te pille recibirás la de hoy y la de la semana que viene.

Pocas veces le sorprendía, pero las veces que lo hacía Sane andaba unos cuantos días con el moratón en el culo o donde le hubiese pillado. Jamás se quejó a su madre, era de carácter recio y no quería preocupar a su madre con nada que la pudiese entristecer.

Los años transcurrieron y poco a poco fue aprendiendo el oficio, y a base de acarrear leña, aquellas interminables horas golpeando el metal, y sudando delante de la forja, moldearon su cuerpo y aunque no era excesivamente corpulento, su cuerpo si estaba musculado y bien definido a base de usar el martillo sobre el yunque.  Cada vez que podía probaba las armas en estafermos y aunque no tenía mucha habilidad con casi todas, si adquirió cierta destreza en el manejo de la espada. En cuanto cumplió la mayoría de edad y aunque a su madre Sara no le hacía mucha gracia, presentó la instancia para acceder a las pruebas que le permitirían cumplir su sueño, convertirse en un Dragón Púrpura como lo había sido su padre.


Su mente volvió al presente,  la ceremonia casi había finalizado y en cuanto los Filos recién nombrados  escucharon :
- Rompan Filas!
La sala se llenó de vítores y Sane acudió a abrazar a su madre. Lo llenó de besos y contentos regresaron a su casa a celebrarlo.
Al día siguiente debería acudir al Cuartel a recibir su destino, con suerte le nombrarían escudero de un Caballero Dragón; la decepción que tuvo cuando escucho las palabras del Capitán Espada fue enorme:
-Filo Sane,….Marsember,……Herrería
-A sus órdenes.
La decepción que manifestó su rostro en seguida fue captada por el Capitán.
- ¿Descontento?
-Un poco Señor.
- Aquí no estamos para contentar caprichos, cumplimos órdenes. Demuestre que es capaz de llegar a la suela de las botas de su padre, y ya veremos.


Se retiró. Aquellas últimas palabras del Capitán quedaron grabadas en su cabeza. ¿Qué habría querido decir?. Muchas dudas se agolparon de pronto, el Capitán había conocido a su padre y casi seguro habrían servido juntos. Decidió hablar en cuanto pudiese con él, e intentar resolver todas las dudas que su madre nunca le contó. Recogió su petate y se encamino a la vecina ciudad de Marsember a presentarse en la guarnición. No era plato del gusto de Sane, ya estaba cansado de pasar calor en la forja, y encima ahora no sólo tenía que completar su entrenamiento de 6 meses, sino que encima tenía que pasar horas en la herrería de la guarnición. En fin, -pensó- de lo malo por lo menos eso es conocido.

Transcurrieron las semanas y los meses, finalizó su entrenamiento y la suerte esta vez sí le sonrió. Gracias a las habilidades adquiridas con la espada, durante los años pasados, ahora su nuevo destino fue Suzail, podría volver a ver a su madre.

Cuando llegó a su casa el panorama no le gustó mucho, su madre había empeorado y apenas ya casi no podía levantarse de la cama. Casi no salía de casa y sólo gracias a los cuidados de sus vecinas, había evitado el ponerse peor. Bueno por lo menos él ahora si podría cuidarla más. Al llegar de nuevo al cuartel, quizás el azar o según se mire, el destino, quiso que se cruzase con una joven de largos cabellos rojos, y formas insinuantes; alguna sirvienta de la familia Orbasky cumpliendo algún encargo, pensó Sane, no era frecuente ver a mujeres de paisano dentro de los cuarteles, a no ser que fuesen reclutas o miembros de la orden. Sus miradas se cruzaron y ella le dedicó una amplia sonrisa. La saludó cortésmente y siguió su camino. Durante semanas lo único que hacía era cumplir sus obligaciones en el cuartel e inmediatamente que éstas se lo permitían regresaba a su casa. Su madre empeoraba y ninguna de las medicinas conseguía mejorar, ni su ánimo, ni su salud. La única alegría que tenía durante esas semanas era que muy a menudo, se cruzaba con aquella joven y recibía gustoso la sonrisa que ella le dedicaba. En una de aquellas veces a ella se le cayó al suelo un chal que llevaba sobre los hombros y cortésmente Sane lo recogió y se lo devolvió a su propietaria. Charlaron apenas unos instantes,  casi lo justo para conocer su nombre y poco más. Poco a poco fueron cogiendo confianza y las charlas cada vez eran un poco más largas,….las charlas se convirtieron en paseos,….los paseos en citas,  y las citas,  bueno las citas llevan a lo que llevan las citas en pareja.


El tiempo transcurrió, Sane fue progresando en su carrera militar y pronto fue ascendido a Telespada, pero de la misma forma que su carrera progresaba, la salud de su madre mermaba, hasta que llegó el desenlace fatal, su madre falleció. Al entierro, apenas acudieron unos pocos compañeros, aunque de lejos entre los presentes si le pareció ver a su Capitán el que le había hablado de su padre, pero cuando finalizó el acto y quiso hablar con él no pudo. Ya habría otra ocasión.  La momentánea situación de paz durante aquellos años en las fronteras con Sembia, hacían la vida militar algo monótona  y a penas algunas escaramuzas con bandidos y ladrones de ganado deshacían esa monotonía. En uno de esos plácidos días veraniegos en los que paseaba junto a Airia, que así se llamaba la joven, ella le regaló un camafeo, una preciosa obra de joyería que Sane interpretó como una prueba de su amor.

Sane regresó al Cuartel, desde la muerte de su madre muchos días dormía allí. Cuando llegó, algunos soldados corrían a formar filas, y por un compañero se enteró que una patrulla salía a investigar un robo ocurrido en el taller de un orfebre. Los ladrones habían desvalijado todo el taller, y al orfebre le habían pegado una paliza. Cuando regresó la patrulla se enteró de los detalles. Al día siguiente, Sane acudió a la cita casi diaria con Airia, y lo que le extraño al llegar al lugar, fue ver a un Onrion de los Dragones, escoltado por una patrulla, que rodeaban a Airia y que ella desde lejos lo señalaba. Los guardias dieron media vuelta y rápidamente rodearon a Sane. El Onrion se acercó. Las palabras que salieron de su boca sorprendieron a Sane que no se lo terminaba de creer.
- Telespada Sane, queda ud. detenido por robo y agresión del Orfebre Xoen. Entregue sus armas.
Casi sin tiempo a poder reaccionar entre dos guardias lo sujetaban y esposaban, lo despojaban de su espada, lo registraban y vaciaban sus bolsillos. Giró la cabeza y vio a lo lejos como Airia era abrazada por el Onrion. Los soldados lo escoltaron hasta el cuartel y llevado a la celda. Apenas se lo podía creer.
Gracias a uno de los guardias que en ese momento se encontraban en el calabozo, se pudo enterar de algo; la hija del Onrion, Airia (detalle que hasta ese momento Sane había ignorado), era la que lo acusaba. Ella decía que había visto una de las piezas descritas por el orfebre en manos de Sane.  Decía que él se lo había enseñado y que se lo quiso regalar, pero que ella lo rehusó por qué le pareció muy caro. En menudo follón se había metido sin comerlo ni beberlo, y lo peor del caso era la profunda decepción que sentía Sane, Airia le había traicionado y para colmo era la palabra de Sane contra la de ella.

En apenas unos días se celebró el juicio militar, fue acusado del robo. Durante todo el proceso Sane permaneció en silencio, escuchó la sentencia y fue llevado de nuevo al calabozo. Lo habían degradado, y expulsado de los Púrpuras. Posteriormente fue conducido a los calabozos con el resto de los presos comunes y cumplió la condena. Cuando fue puesto en libertad, nadie acudió. Ni podía regresar a su casa, se la habían incautado y con ella habían compensado las pérdidas al orfebre Xeon. Nada le ataba en Suzail, así que sin posesiones, sin dinero, lo único que podía hacer era marcharse. Se encamino a una de las salidas de la ciudad y emprendió camino, que más daba. Casi ya llegando a los portones volvió la cabeza, una última mirada a la ciudad que le vio nacer, en el fondo sabía que jamás volvería. De lejos vio a un carruaje que circulaba a gran velocidad y se hizo a un lado, lo último que le faltaba era ser atropellado. Casi llegando a su altura el carruaje disminuyo la velocidad y se detuvo. Iba a seguir el camino cuando una voz salió desde dentro del carruaje:
- ¡Sane! , escucho la voz de Airia. Lo siento, tuve miedo, el camafeo lo robaron para mí. Mi padre no me lo quiso comprar. No quería que te pasase eso, ni lo pensé.
Sane, respiró profundamente, el odio se amontonaba en su pecho.  Apretó los puños y se acercó a la portezuela del carruaje. Entre las sombras pudo ver de nuevo el rostro de Airia. Apretó las mandíbulas, la miro con odio a los ojos, por su culpa había perdido el sueño de su vida. De su boca solo salieron unas sencillas palabras:
- Ojalá que la vida te pague con la misma moneda
Se giró, se subió los cuellos de su tabardo, se caló la capucha y comenzó a caminar………
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